El presidente Joe Biden anunció una medida significativa para limitar el número de migrantes que buscan asilo en la frontera sur de Estados Unidos, en respuesta a una cuestión compleja y crucial en un año electoral después de esfuerzos legislativos fallidos. La acción rechaza automáticamente a los no ciudadanos que cruzan la frontera entre los puertos de entrada cuando el promedio de cruces diarios excede los 2,500. Con el promedio ya por encima de este límite, la medida entró en vigor de inmediato.
Biden justificó la acción como una respuesta a la obstrucción republicana en el Congreso, diciendo que prefería una solución legislativa bipartidista. Las encuestas muestran que la inmigración es una de las principales preocupaciones de los votantes, y muchos confían más en el expresidente Trump que en Biden sobre el tema:
“Hoy estoy superando la obstrucción republicana y utilizando las autoridades ejecutivas que tengo a mi disposición como presidente para hacer lo que pueda por mi cuenta para resolver el problema fronterizo. […] Francamente, hubiera preferido abordar este tema a través de una legislación bipartidista, porque esa es la única manera de arreglar el tipo de sistema que tenemos ahora y que no funciona”.
La medida generó críticas de ambos lados. Los republicanos consideran la política una “fachada” electoral, mientras que Trump la calificó de “débil”. Los demócratas progresistas y organizaciones de derechos civiles como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) planean impugnar la orden en los tribunales, argumentando que amenaza a los migrantes vulnerables. Los centristas, por el contrario, elogiaron cautelosamente la decisión de Biden, pero expresaron su preocupación por su impacto en el derecho de asilo, según un informe de The Hill.
La oposición de miembros de su propio partido teme que la medida comprometa los valores estadounidenses y perjudique a las comunidades fronterizas. Por otro lado, los opositores también critican la obstrucción republicana que impide una solución legislativa integral.
Los representantes progresistas, especialmente del Congressional Hispanic Caucus, han sido críticos con la nueva política ejecutiva del presidente Biden. La representante Nanette Barragán expresó su decepción con la decisión de Biden, destacando que Estados Unidos ha sido históricamente un refugio para los perseguidos.
La situación coloca a los líderes demócratas en una posición difícil, al equilibrar el apoyo al presidente y las preocupaciones de su base. El líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, apoyó a Biden, culpando a los republicanos de politizar el tema de la inmigración. El representante Gregory Meeks también criticó a los republicanos, señalando que prefieren utilizar la crisis como herramienta política en lugar de buscar soluciones legislativas.
Biden abordó las críticas, reiterando que la acción era necesaria debido a la inacción republicana y prometiendo hacer que el sistema de inmigración sea más justo en el futuro. También enfatizó que su política no sataniza a los inmigrantes ni adopta duras prácticas utilizadas por la administración anterior.
La medida refleja la urgencia de abordar la
inmigración, un tema que el 27% de los estadounidenses catalogó como el
principal problema del país, según una encuesta de Gallup. Biden, al resaltar
sus esfuerzos por asegurar la frontera, marcó un contraste con las políticas y
la retórica de Trump, reafirmando su compromiso con los valores humanitarios ylegales.