En la semana posterior a los resultados de las elecciones de 2024 en Estados Unidos, los demócratas tuvieron que enfrentar una difícil realidad: ¿cómo sería la organización del partido para oponerse a la agenda de la administración entrante de Trump? Incluso con una estructura ágil y dinámica para unir al partido en torno a la candidatura de la ex vicepresidenta Kamala Harris tras la retirada de Joe Biden, con una plataforma que reunió a las diferentes alas del partido contra la turbulenta campaña de reelección de Donald Trump, no era posible predecir una derrota tan contundente. Esto se debe a que Trump no logró ganar todos los estados considerados “swings” en la elección, pero los republicanos lograron mantener la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes, además de que, por primera vez en veinte años, ganaron el voto popular.
Varios factores pueden apuntar a una explicación de esta situación, ya sea el rechazo al gobierno de Biden o el corto tiempo de campaña de Kamala Harris (prácticamente tres meses), pero ¿sirvió este contexto para explicar el escenario actual en el que se encuentra el partido, con dificultades para nombrar líderes y mostrándose ineficaz para oponerse a determinadas acciones de la Casa Blanca? Es necesario un análisis más detallado.
En resumen, estos fueron los resultados de las elecciones del año pasado: 53 republicanos contra 47 demócratas en el Senado; 220 republicanos frente a 215 demócratas en la cámara; Donald Trump fue elegido con 77 millones de votos contra 75 millones de KamalaHarris. Si bien algunas de estas cifras fueron cercanas, como el voto popular y el resultado en la cámara de diputados, es necesario señalar un fuerte rechazo al Partido Demócrata por parte de la población estadounidense. Este escenario elegido por millones de votantes puede entenderse como una “trifecta”, en la que el partido victorioso logra ganar la presidencia, el Senado y la cámara. Esta triple victoria se produjo en las dos últimas elecciones, también en 2016 y 2020, aunque en el año de la victoria de Biden los números fueron más desfavorables: en el Senado fueron elegidos 50 republicanos y 50 demócratas, con la vicepresidente como voto de desempate, además de una pequeña mayoría de 222 diputados para los demócratas. De esta manera, ambos partidos resultaron perjudicados en las últimas tres elecciones, pero algo curioso está sucediendo en 2025, cuando los demócratas se muestran incapaces de organizarse para analizar y oponerse a algunas medidas consideradas controvertidas por la segunda administración Trump, diferentes, por ejemplo, del primer mandato del ahora presidente estadounidense.
En 2017, poco después de que Trump asumiera la presidencia, la “Marcha de las Mujeres” “sacudió” a Estados Unidos. Se estima que más de 4 millones de personas salieron a las calles a protestar exigiendo derechos e igualdad para las mujeres y las minorías; en Washington, por ejemplo, estuvieron presentes más de 500 mil, con la presencia de celebridades y políticos. Al año siguiente, la “Marcha por Nuestras Vidas” trajo a millones de jóvenes a la capital estadounidense pidiendo más legislación que restrinja la compra de armas, debido al creciente número de ataques con armas de fuego en las escuelas.
También hay que destacar los dos procesos de impeachment contra Trump y todos los debates suscitados sobre sus nombramientos y su propia legitimación como presidente, considerando que venció a Hillary Clinton en 2016, pero la exsecretaria de Estado obtuvo tres millones de votos más que Trump. En este sentido, ¿qué explicaría una campaña que en 2024 tuvo como lema “we are not going back” para un partido que, no sólo aprobó todas las nominaciones de Trump hasta ahora, también logró sacar adelante la controvertida Laken Riley Act, con el apoyo de 12 senadores demócratas, entre ellos nombres como Rubén Gallego?
La respuesta que explica esta inacción del partido demócrata reside en el corto periodo electoral que tuvo lugar el año pasado, lo que llevó a Kamala Harris a ser la candidata nominada frente a Trump. Incluso con todo el optimismo y la reorganización que el partido llevó a cabo para enfrentar al ex presidente, con millones de dólares gastados en campañas y la participación de varias celebridades, el partido no logró deshacerse de la impopularidad del gobierno y transmitir el mensaje que Kamala quisiera al electorado. En consecuencia, alejándose de los 81 millones de votos que obtuvo Biden en 2020, la vicepresidenta obtuvo 75 millones de votos, perdiendo espacio en los estados fundamentales para su victoria y exponiendo otro factor crítico para los demócratas, que parte de su electorado, considerado como base, se está distanciando. A efectos comparativos, el voto femenino, objetivo de la campaña de Harris, fue del 53%, por debajo del 57% logrado por Biden en 2020; Trump obtuvo el 45% de los votos de las mujeres, la cifra más alta desde 2012 para un candidato republicano. Además, entre los latinos, otro grupo importante para el electorado demócrata, se mostraron moviéndose hacia la derecha republicana en esta elección, con un 37% de los latinos optando por el nuevo presidente, mientras que un 62% votó por Kamala; Aunque obtuvieron la mayoría de votos, el desempeño demócrata fue inferior al 66% de votos latinos para Biden en 2020. De esta manera, aún con la mayoría de votos en grupos relevantes para su base electoral, el Partido Demócrata salió debilitado de esta elección, llegando a los primeros días de la administración Trump sin la misma organización que ocurrió en 2017.
Como lo define la representante Jasmine Crockett, el Partido Demócrata “carece de un mensaje coherente” para la población. En una entrevista con The New York Times, la congresista destaca que tras la derrota de Harris, los demócratas se quedaron sin propuestas firmes, directas a la población y que definirían al partido como una fuerza tradicional de oposición a Trump. Como viene sucediendo en el Congreso, las órdenes ejecutivas de Trump, muchas de las cuales acaban bloqueadas en los tribunales, han recibido escasa atención por parte de las principales fuerzas políticas, con la gran excepción de la USAID. Además, casos como la aprobación de Laken Riley Act, ahora una ley que intensifica el arresto de inmigrantes indocumentados que hayan cometido alguna infracción (polémica porque puede derivar en detenciones injustas), fue apoyada por 12 demócratas, entre ellos Rubén Gallego, senador de Arizona. Incluso teniendo en cuenta el estado de Gallego, un estado fronterizo con fuertes tendencias republicanas, esta votación muestra cómo parte del grupo que conforma el liderazgo demócrata está desorganizado, aprobando una legislación que podría causar muchos problemas a los inmigrantes que no han cometido infracciones.
De esta manera, al cumplirse un mes, la nueva Casa Blanca se compromete a implementar la agenda prometida por Trump durante los últimos dos años. Con los demócratas en minoría y sin una voz unificada para oponerse a las medidas del gobierno federal, la cuenta oficial de la Casa Blanca ha anunciado deportaciones, se han impuesto aranceles a los principales socios comerciales de Estados Unidos, grupos minoritarios son blanco de medidas conservadoras y, de hecho, Canadá ha sido llamado el “quincuagésimo primer estado”. Es decir, Washington está pintado de rojo por el partido Republicano, siendo los meses importantes para comprobar si el Partido Demócrata podrá resurgir y buscar unificación y nuevo liderazgo, teniendo en cuenta que las próximas elecciones sólo tendrán lugar en 2026 y 2028, además de que el país tiene una visión enormemente negativa del partido. Según una encuesta reciente de la Universidad de Quinnipiac, el 57% de los votantes tiene una visión negativa del Partido Demócrata, una cifra alarmante que muestra la necesidad de cambios internos.