La interseccionalidad, un concepto creado por Kimberlé Crenshaw, es una herramienta esencial para comprender las múltiples capas de opresión que afectan a los grupos marginados. En el caso de las personas trans latinas en Estados Unidos, esta perspectiva revela cómo el racismo, la transfobia, la xenofobia, la precariedad económica y la situación migratoria irregular se combinan para crear barreras que van más allá de la suma de sus partes: es una compleja red de exclusiones.
Más allá de lo que a menudo se discute de forma aislada, ser trans y latino en Estados Unidos implica enfrentar desafíos específicos que ninguna de estas identidades, por separado, explica por completo. Crenshaw ya advirtió que la interseccionalidad es “donde el poder colisiona y se entrelaza”, y esto es evidente en las historias de estas personas, que simultáneamente lidian con el prejuicio racial, la discriminación de género y la vulnerabilidad asociada a la inmigración.
Un claro ejemplo es la política migratoria de la administración Trump, especialmente el programa conocido como "Proyecto 2025". Esta iniciativa, aunque poco comentada por los grandes medios de comunicación, pretendía desmantelar las protecciones federales para la población LGBTQIA+, en paralelo con una rigurosa agenda antiinmigratoria. La reimposición de la política de "Permanecer en México" obligó a miles de solicitantes de asilo, muchos de ellos trans y latinos, a permanecer en regiones con altos niveles de violencia, incluyendo ataques transfóbicos, además de enfrentar dificultades extremas para acceder a la salud y la asistencia legal. Este no es un problema aislado, sino un patrón estructural de exclusión que el Estado reproduce.
Además, las Órdenes Ejecutivas 14168 y 14187, emitidas a principios de 2025, revocaron derechos básicos de las personas trans, como el reconocimiento legal de la identidad de género y el acceso a tratamientos médicos esenciales. La imposición de una definición estrictamente binaria de género representa una negación de la existencia de estas personas, con impactos particularmente graves para quienes, además de ser trans, son latinos e inmigrantes, a menudo con estatus migratorio irregular. La vulnerabilidad de estas personas no es solo social o económica, sino también legal y política.
Los datos refuerzan esta dura realidad: las investigaciones indican que la tasa de desempleo entre las personas trans latinas en EE. UU. alcanza el 20 %, casi cuatro veces mayor que el promedio nacional. Casi el 30% reporta haber sido denegada de atención médica, reflejo de prejuicios institucionalizados. Esta combinación de transfobia, racismo y xenofobia expone a estas personas al riesgo constante de deportación, explotación en el mercado informal y violencia, a la vez que enfrentan dificultades para regularizar sus documentos, algo esencial para garantizar el acceso a derechos básicos como el trabajo y la vivienda.
Incluso dentro de la comunidad latina, que no es homogénea, las opiniones varían. Las encuestas de opinión muestran un apoyo mayoritario a las leyes antidiscriminación, pero también revelan resistencias motivadas por factores religiosos, culturales y generacionales. Los sectores conservadores, a menudo vinculados a creencias religiosas, representan un desafío que coexiste con movimientos de solidaridad que reconocen la interconexión entre las luchas contra la xenofobia y la transfobia.
A pesar de este panorama, es imposible no destacar las redes de resistencia construidas por la población trans latina. Organizaciones como la Coalición TransLatin@ desempeñan un papel fundamental al ofrecer apoyo legal, asistencia para la regularización de documentos, espacios de acogida y formación profesional. El impacto de estas acciones, aunque difícil de cuantificar, es evidente en la mejora de la calidad de vida y la ampliación de la autonomía de estas personas. Otras organizaciones como Familia: Movimiento de Liberación Trans Queer (TQLM), que lucha contra la deportación de inmigrantes LGBTQIA+, e Immigration Equality, que ofrece asistencia legal gratuita, refuerzan una amplia red de apoyo que fortalece la resistencia colectiva.
La situación de las personas trans latinas en Estados Unidos expone claramente cómo las diferentes formas de opresión se combinan y se refuerzan mutuamente. No se trata de discriminaciones aisladas, sino de un mecanismo de exclusión que opera en múltiples niveles: político, económico, social y cultural. Planes como el "Proyecto 2025" concretan esta amenaza, institucionalizando políticas que marginan aún más a esta población. Aun así, la existencia y la lucha de estas redes de resistencia demuestra que hay fuerza, solidaridad y esperanza incluso frente a la adversidad.