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I. INTRODUCCIÓN
Tras ser
reelegido presidente de Estados Unidos en 2024, Donald Trump regresó con
políticas migratorias aún más restrictivas que las de su mandato anterior. Su
discurso de investidura, el conocido "Día de la Liberación", confirmó
la intención del republicano de defender las fronteras estadounidenses como una
de sus principales prioridades, mediante la deportación de extranjeros
considerados "criminales" (https://www.cnnbrasil.com.br/internacional/eleicoes-nos-eua-2024/leia-o-discurso-de-posse-de-donald-trump-na-integra/). En este sentido, la administración Trump ha
instrumentalizado la política migratoria como un instrumento político central,
utilizando medidas represivas (expansión de detenciones y deportaciones,
endurecimiento de las normas de admisión y los controles fronterizos) y gestos
simbólicos (retórica de seguridad, despliegue de fuerzas federales en ciudades
con gobiernos locales disidentes) para moldear la percepción pública del orden
y la amenaza. Estas prácticas tienen consecuencias directas para los derechos
humanos: documentación reciente señala el daño persistente a niños separados de
sus familias, prácticas de detención que violan las normas internacionales y el
riesgo de normalizar las respuestas punitivas hacia las poblaciones
vulnerables.
Las nuevas
medidas de Trump perpetúan la represión estatal que utiliza el miedo y la
seguridad como una forma de capital electoral, mientras que su retórica,
amplificada por un discurso mediático polarizado, emplea términos como
«invasión» y «amenaza», transformando a los inmigrantes, especialmente a los
latinos, en una amenaza para los nacionales. De esta manera, sus discursos
sensacionalistas sobre el peligro que representan los inmigrantes para la
sociedad estadounidense sirven de base para justificar las duras acciones
contra los extranjeros (documentados o indocumentados), además de exacerbar el
miedo y la represión contra ellos.
Los hallazgos que
aquí se presentan se basan en una investigación metodológica exploratoria, que
utiliza como fundamento la interpretación de discursos oficiales, informes de
derechos humanos, noticias recientes y datos de opinión pública. Así pues, esta
investigación pretende contribuir al debate sobre los límites entre el poder
político, la inmigración y los derechos humanos.
La hipótesis que
se defiende es que la política migratoria contemporánea combina el cálculo
electoral y la represión estatal; es decir, opera simultáneamente como un
instrumento de coerción (medidas administrativas y policiales) y como capital
político, movilizando el miedo, la inseguridad y una narrativa de amenaza para
consolidar el apoyo electoral y deslegitimar a los adversarios políticos. La
literatura sobre el vínculo entre inmigración, delincuencia y preferencia
electoral corrobora que los marcos de seguridad pueden alterar las intenciones
de voto y reforzar el apoyo al sector conservador, especialmente cuando van
acompañados de acciones estatales visibles. La investigación propuesta combina:
(1) el análisis crítico de discursos oficiales y declaraciones presidenciales
para identificar marcos y recursos retóricos; (2) la revisión y triangulación
de informes de organizaciones de derechos humanos (que documentan impactos
concretos en individuos y familias); (3) la recopilación de noticias y
documentación periodística para reconstruir cronologías y acciones del
ejecutivo; y (4) el análisis de datos de opinión pública y estudios académicos
que relacionan las actitudes sobre la inmigración con los comportamientos
electorales. Este enfoque mixto permite articular evidencia cualitativa y
cuantitativa para evaluar tanto los medios como los fines de la política
migratoria como instrumento político y sus efectos sobre los derechos humanos.
En este sentido,
el presente análisis busca analizar el impacto directo, tanto en los derechos
humanos como en las comunidades latinas en Estados Unidos, de las políticas
migratorias adoptadas por el gobierno actual. Más específicamente, buscamos
comprender cómo Trump ha utilizado la política migratoria y de qué maneras se
ha manifestado negativamente. Además, presentaremos las consecuencias actuales
y potenciales de las acciones emprendidas en el ámbito de los derechos humanos.
2. CONTEXTO HISTÓRICO Y POLÍTICO DE LA POLÍTICA
MIGRATORIA ESTADOUNIDENSE
Al
analizar históricamente las medidas adoptadas por el gobierno estadounidense en
materia de securitización de fronteras tras el 11 de septiembre, un hito en la
transformación de la política migratoria en Estados Unidos. Tras el ataque,
surgió la necesidad urgente de mejorar los controles de inmigración y
seguridad, los cuales se reforzaron considerablemente durante el período de la
Guerra contra el Terrorismo, mediante una mayor inversión en el ámbito de la
securitización. Las tres principales entidades que recibieron dicho capital
fueron: la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), responsable de la
gestión de las fronteras; el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas
(ICE), encargado de la aplicación de las leyes de inmigración; y el Servicio de
Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS), que analiza la ayuda
migratoria.
En
términos numéricos, estas inversiones fueron considerables. En la década de
2000, el presupuesto para las agencias de control migratorio del Departamento
de Seguridad Nacional (DHS) rondaba los 5000 millones de dólares. Para 2020, el
presupuesto había superado los 25 mil millones de dólares y el número de
empleados prácticamente se había triplicado. Un punto importante a destacar es
el número de arrestos realizados por el ICE. Se requirió una capacidad cada vez
mayor, alcanzando un estimado de cincuenta mil detenciones diarias en 2019.
Además, al analizar la construcción de barreras fronterizas, se observa un
aumento en la inversión de 92 millones de dólares en 2005 a 270 millones de
dólares en 2006. Se promulgó la Ley del Cerco Seguro (Secure Fence Act)
con el objetivo de incrementar las medidas de seguridad en las fronteras, y el
Departamento de Seguridad Nacional (DHS), encargado del control operativo de
las fronteras, tenía como objetivo bloquear el ingreso de terroristas (https://www.migrationpolicy.org/article/two-decades-after-sept-11-immigration-national-security).
La
primera administración de Donald Trump, que comenzó en 2017, ya mostraba signos
de repulsión hacia los inmigrantes, por ejemplo, cuando declaró durante su
campaña que construiría un muro entre Estados Unidos y México. Además, en 2018
se anunció la política de "tolerancia cero", que estipulaba que los
migrantes sorprendidos intentando cruzar la frontera fuera de un punto oficial
serían acusados penalmente y detenidos en un centro hasta su evaluación. Esto
se reflejó, especialmente, en la separación de varias familias, ya que los
padres fueron detenidos en centros fronterizos, mientras que los niños solo
podían ser alojados en albergues.
La
política de tolerancia cero implementada por la administración Trump viola las
responsabilidades internacionales de Estados Unidos en virtud de la Convención
sobre el Estatuto de los Refugiados y su Protocolo Adicional. El artículo 31 de
este tratado establece que los Estados Partes no castigarán a los refugiados
por su entrada o permanencia irregular, siempre que provengan de regiones donde
sus vidas o libertades estén amenazadas y se presenten sin demora ante las
autoridades, ofreciendo justificaciones plausibles de su situación. (https://www.refugeesinternational.org/reports-briefs/the-trump-zero-tolerance-policy-a-cruel-approach-with-humane-and-viable-alternatives/). El republicano también intentó poner fin al
programa de Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA), conocido por impedir la deportación
de extranjeros que llegaron a Estados Unidos siendo niños pero que permanecen
indocumentados. Sin embargo, la Corte Suprema suspendió esta medida. Por otro
lado, el Temporary Protected Status (TPS) fue objeto de medidas
migratorias más estrictas, ya que garantiza la residencia temporal y el permiso
de trabajo a ciudadanos de países afectados por ciertos tipos de crisis; no
obstante, el gobierno intentó revocar el estatus de más de 400.000 extranjeros,
argumentando que las condiciones en esos países habían mejorado. Sin embargo,
varias demandas suspendieron la decisión, alegando motivaciones políticas y
falta de una evaluación técnica adecuada (https://edition.cnn.com/2020/06/18/politics/daca-immigration-supreme-court).
Finalmente,
el programa “Quédate en México” (Protocolos de Protección de Migrantes – MPP),
creado en 2019, tenía como objetivo obligar a los solicitantes de asilo no
mexicanos a esperar en México mientras sus solicitudes eran revisadas por
tribunales estadounidenses. Designado como una medida cautelar contra la
inmigración irregular, el proyecto resultó en el retorno de aproximadamente
68.000 personas a México, todas en condiciones precarias y sin garantías
legales. Diversas organizaciones denunciaron violaciones sistemáticas de
derechos humanos, incluyendo secuestros, violaciones y asesinatos en zonas de
alto riesgo, así como la separación de familias (https://www.americanimmigrationcouncil.org/fact-sheet/migrant-protection-protocols/).
Bajo
la administración actual, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE)
ha sido un objetivo central de las prácticas anti inmigratorias, con promesas
de campaña que incluyen "la mayor operación de deportación de la historia
de los Estados Unidos”. Ante esta situación, se llevaron a cabo varias
reorganizaciones de cargos para que las vacantes fueran cubiertas por empleados
actuales o jubilados del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, mientras
que la otra mitad sería cubierta por agentes del ICE, en consonancia con las
ambiciones de la nueva agenda política. Esta medida modificó los principales
puestos responsables de la ejecución de los planes migratorios de línea dura
del presidente y, en consecuencia, intensificó la vigilancia y el control,
especialmente en los epicentros de la comunidad latina, lo que resultó en la
deportación masiva de inmigrantes indocumentados con antecedentes penales,
según Abigail Jackson, portavoz de la Casa Blanca (https://apnews.com/article/immigration-border-patrol-ice-trump-deportation-69b599f8e7e7826f72b90068385a0047).
Sin
embargo, en el ámbito electoral, la comunidad latina ha mostrado un apoyo cada
vez menor al gobierno actual, como lo indica una encuesta realizada por el Associated
Press-Norc Center for Public Affairs Research, cuyo índice de aprobación se
sitúa en descenso. Su índice de aprobación cayó del 44% al 25% en la segunda
mitad del año, durante los primeros seis meses. Por lo tanto, la caída en su
popularidad entre la comunidad migrante es un impacto directo de sus severas
políticas antiinmigrantes, que han afectado a gran parte de sus simpatizantes
latinos (https://www.theguardian.com/us-news/2025/oct/25/trump-hispanic-approval-rating).
En
consecuencia, la reelección del actual presidente representa no solo la
continuidad, sino también la radicalización de una agenda que comenzó en 2017 y
cuyas raíces se remontan a la securitización posterior al 11-S. La inmigración,
más que una cuestión de política pública, se ha consolidado como un instrumento
de gobierno e identidad política, un elemento estructurador de la actual agenda
republicana.
3. LA
AGENDA MIGRATORIA DE LA ADMINISTRACIÓN TRUMP (2025)
El 20 de enero de 2025, Donald Trump asumió la presidencia de los
Estados Unidos por segunda vez. Como se mencionó anteriormente, parte de su
discurso de investidura estuvo marcada por lo que se convertiría en el eje
central de su política interna en los meses siguientes: la migración. Durante
su discurso, el nuevo jefe de Estado utilizó el término "invasión"
para expresar su postura respecto a los migrantes, afirmando que "en los
últimos cuatro años, Estados Unidos ha sufrido una invasión a gran escala, sin
precedentes" (https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/2025/01/securing-our-borders/).Se pudo apreciar que el enfoque
principal de su discurso estaba dirigido a personas consideradas delincuentes,
es decir, miembros de pandillas y facciones, traficantes y personas peligrosas,
quienes serían los principales objetivos de los agentes del ICE. Sin embargo, a
lo largo de las semanas, la aplicación de estas medidas ha adquirido diferentes
proporciones, resultando en la detención de varios inmigrantes y, en algunos
casos, incluso de ciudadanos estadounidenses. Estas acciones se han intensificado
como parte de la reestructuración de las agencias civiles, especialmente del
ICE, que está experimentando una importante expansión operativa. La institución
ha recibido inversiones destinadas a transformarla en la mayor fuerza policial
interna del país. El Departamento de Seguridad Nacional ha asignado
aproximadamente 170 mil millones de dólares para contratar a 10,000 nuevos
agentes del ICE (lo que eleva el total a 30,000), además de 8,500 agentes
adicionales para la patrulla fronteriza. En comparación, el FBI cuenta con
aproximadamente 23,700 empleados, de los cuales 10,000 son agentes especiales (https://www.theguardian.com/commentisfree/2025/jul/09/ice-immigration-police-trump-budget-bill).
Con
la expansión de su estructura, el ICE ha ganado visibilidad debido al cambio en
sus tácticas, que se han vuelto progresivamente más agresivas. El cambio de
enfoque se ha observado desde el inicio del nuevo mandato de Trump. Uno de los
cambios consiste en que la agencia ha participado en operaciones de deportación
a gran escala en lugares previamente protegidos de la aplicación de las leyes
de inmigración, como escuelas, iglesias y juzgados. Además, dada la creciente
beligerancia del ICE, algunos registros recientes muestran a agentes federales
usando máscaras durante arrestos y persecuciones de migrantes, algo que,
históricamente, se reservaba únicamente para operaciones encubiertas o la
captura de delincuentes altamente peligrosos, según señalan los expertos.
En
este contexto, el gobierno de Trump reitera la retórica de criminalizar a los
inmigrantes, legitimando así que los agentes adopten medidas agresivas contra
las personas consideradas resistentes. Sin embargo, los registros muestran que,
desde octubre de 2024 hasta finales de mayo de 2025, más del 75% de los
detenidos no tenían antecedentes penales, salvo infracciones de inmigración o
de tránsito (https://www.cnnbrasil.com.br/internacional/mascaras-e-violencia-marcam-novos-metodos-de-agentes-de-imigracao-dos-eua/).
Paralelamente
a la creciente indignación pública por las acciones del ICE, el gobierno de
Trump está endureciendo las políticas migratorias y modificando los límites de
los derechos individuales fundamentales, incluida la ciudadanía por nacimiento,
vigente desde hace más de seis décadas. En la práctica, el gobierno ha
solicitado a la Corte Suprema que revise la constitucionalidad del decreto
presidencial que busca eliminar la ciudadanía automática otorgada a los hijos
de padres indocumentados. Además, la misma orden presidencial suspende
temporalmente el “Proyecto de Asistencia Internacional a Refugiados de Estados
Unidos” (International Refugee
Assistance Project), a
partir del 27 de enero, “hasta que la admisión de refugiados adicionales se
alinee con los intereses de Estados Unidos”, además de prohibir la concesión de
asilo a personas que hayan llegado recientemente a la frontera sur (https://oglobo.globo.com/mundo/noticia/2025/01/21/decretos-de-trump-contra-imigracao-ocorrem-enquanto-eua-registram-menor-nivel-de-travessias-ilegais-em-4-anos-entenda.ghtml).
Siguiendo
con la retórica política de presentar simbólicamente al inmigrante como una
amenaza, el gobierno de Trump ha intensificado su campaña para movilizar a la
Guardia Nacional en ciudades estadounidenses, con el argumento de proteger a
los funcionarios y edificios federales ante las manifestaciones contra las
políticas migratorias de la Casa Blanca. Desde principios de mes, las tensiones
se han intensificado en la ciudad, donde agentes de ICE han estado realizando
operativos en barrios con una alta concentración de inmigrantes, principalmente
latinos (https://www.dw.com/pt-br/trump-mobiliza-mais-tropas-da-guarda-nacional-contra-guerra-interna/a-74248712).
4 IMPLICACIONES PARA LOS DERECHOS HUMANOS
La expansión del
aparato represivo en las acciones gubernamentales ha provocado diversas
reacciones dentro y fuera de las instituciones estadounidenses. En este
contexto, el 8 de septiembre de 2025, la Corte Suprema de los Estados Unidos
autorizó al gobierno a detener a inmigrantes que hablan inglés o español con
acento, una medida que generó una fuerte oposición por parte de defensores de
los derechos civiles. La jueza Sonia Sotomayor, de origen puertorriqueño, fue
una de las voces que se opusieron a la decisión. En su voto, afirmó que
«innumerables personas en Los Ángeles han sido detenidas, tiradas al suelo y
esposadas simplemente por su apariencia, acento o tipo de trabajo», calificando
la postura de la Corte como un «grave abuso» del uso de decisiones de
emergencia (https://exame.com/mundo/suprema-corte-autoriza-governo-trump-a-prender-imigrantes). Según informes del caso, “personas de piel
morena son abordadas o detenidas repentinamente por agentes federales no
identificados, con demostraciones de fuerza, y obligadas a responder preguntas
sobre su identidad y procedencia” (https://g1.globo.com/suprema-corte-libera-governo-trump-a-deter-imigrantes-que-falem-ingles-ou-espanhol-com-sotaque). Casos como estos afectan no solo a los
extranjeros que cruzan la frontera ilegalmente, sino también a quienes recurren
a los tribunales para permanecer en el país y terminan enfrentando todo el
proceso durante meses, o incluso años, en prisión preventiva (https://noticias.uol.com.br/suprema-corte-dos-eua-examina-detencoes-prolongadas-de-imigrantes).
Los efectos de
este endurecimiento de las medidas no se limitan a las fronteras ni a los
centros de detención; en las instituciones educativas, profesionales de la
educación reportan un aumento en la deserción escolar entre los migrantes desde
el incremento de las operaciones del ICE en sus comunidades (https://www.braziliantimes.com/destaque-1/aumento-das-operacoes-do-ice-nos-eua-gera-ansiedade-e-ausencias-escolares-entre-criancas-de-familias-imigrantes/).
Desde esta
perspectiva, las nuevas políticas trumpistas implementadas generan un clima de
inestabilidad y temor, lo que impide que los miembros de la comunidad latina
realicen sus actividades, ya que muchos temen ser detenidos por sus
características físicas, aun cuando gran parte de esta población se encuentra
legalmente en el país. En este contexto, las cuestiones sobre la dignidad de
los migrantes reflejan una preocupación real por los derechos de estas personas
en Estados Unidos. Por lo tanto, para analizar el contexto de los latinos en su
conjunto, es fundamental considerar los efectos que enfrentan en esta realidad.
Es un hecho que
existe un agravamiento de las violaciones de derechos humanos en el sistema
migratorio de Estados Unidos, tal como lo denunció una coalición de
organizaciones de defensa de los inmigrantes ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (https://www.refugeesinternational.org/statements-and-news/immigrants-rights-organizations-submit-report-to-inter-american-commission-on-human-rights-documenting-escalating-abuses-by-u-s-government/). A partir de una audiencia pública celebrada
este año, los grupos presentaron un informe complementario que describe
prácticas sistemáticas de represión, desapariciones forzadas y detenciones
prolongadas, las cuales generan graves consecuencias físicas y psicológicas
para solicitantes de asilo, personas con estatus legal en Estados Unidos e
incluso ciudadanos estadounidenses de origen inmigrante. El documento indica
que mecanismos fundamentales de protección humanitaria, como el debido proceso,
el derecho de asilo y la garantía de no devolución a lugares de riesgo, se han
interpretado de manera restrictiva, lo que ha derivado en deportaciones
aceleradas, represión policial y la separación de niños de sus familias.
La coalición
destaca que el núcleo de las quejas reside en la contradicción entre el derecho
internacional de los derechos humanos, del cual Estados Unidos es signatario, y
la aplicación de políticas basadas en la disuasión y la privación de libertad.
Los grupos también señalan que las condiciones en los centros de detención
violan las normas mínimas de seguridad, salud e integridad personal,
contraviniendo las normas establecidas en tratados como la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y las
directrices del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR). Más allá de las violaciones materiales, el informe (https://humanrightsfirst.org/library/report-to-inter-american-commission-on-human-rights-in-follow-up-to-july-24-2025-public-hearing-human-rights-situation-of-migrants-refugees-and-asylum-seekers/) sugiere la existencia de mecanismos
institucionales destinados a la opacidad, el debilitamiento de la supervisión y
la prevención del monitoreo independiente, que afectan a las organizaciones
sociales, a los periodistas y a las instancias de control democrático.
5. EFECTOS SOCIOECONÓMICOS Y COMUNITARIOS
Con las políticas
de represión contra los inmigrantes, el caso de Springfield, Ohio (https://www.theguardian.com/us-news/2025/oct/28/springfield-ohio-economy-haitians-trump-immigration) es representativo del impacto socioeconómico
en lugares con alta concentración de población inmigrante. En los últimos años,
la ciudad ha recibido un número significativo de inmigrantes, incluyendo
latinos. Esta población se caracteriza por trabajadores locales y emprendedores
que han abierto pequeños negocios, generando empleos y atrayendo consumidores,
convirtiéndose en un pilar fundamental de la economía local.
A raíz de la
retórica empleada por Donald Trump durante la campaña presidencial de 2024,
especialmente la falsa acusación de que los inmigrantes "comían animales
domésticos", esta realidad cambió. Lo que podría haber parecido
simplemente retórica agresiva se transformó en miedo y amenazas locales. Las
familias se sentían inseguras.
Como informó The
Guardian (2025), el resultado fue una especie de éxodo de trabajadores
(principalmente haitianos) que huyeron de Springfield por temor a su seguridad.
Este éxodo generó un doble costo: escasez de mano de obra, que perjudicó a los
negocios locales, y el colapso de los negocios latinos, que perdieron su
clientela. Lo que había sido una historia de crecimiento se volvió inviable,
obligando a muchos negocios a cerrar. Este escenario demuestra cómo la
politización agresiva y la desinformación, utilizadas para justificar políticas
represivas, causan un daño económico inmediato y tangible a las diversas
comunidades inmigrantes en las ciudades estadounidenses, como en el caso de
Springfield, Ohio.
5.1 Desintegración familiar y comunitaria:
efectos psicológicos y sociales de la inestabilidad migratoria
La política
migratoria de Donald Trump se infiltró en la vida cotidiana de las comunidades,
generando una profunda inestabilidad psicológica y social. La agresiva
estrategia de control migratorio, validada por las afirmaciones de
"inmunidad" para los agentes del ICE (https://time.com/7329034/stephen-miller-ice-immunity-pritzker), fomentó un clima generalizado de temor.
La principal
táctica documentada de desintegración familiar es la «desaparición de
inmigrantes» bajo custodia prolongada y sin comunicación, una práctica que,
según informes, afectó a más de 1000 personas en un solo centro de detención,
de acuerdo con el informe presentado por organizaciones defensoras de los
derechos de los inmigrantes a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
mencionado anteriormente. Esta inestabilidad se vio exacerbada por lo que la American
Civil Liberties Union (ACLU) (https://www.aclu.org/news/immigrants-rights/trump-is-weaponizing-the-uscis-for-the-first-time-in-the-agencys-history) califica como la «weaponization» (uso como
arma) del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (USCIS),
lo que provocó que los inmigrantes temieran buscar vías legales por miedo a la
deportación. Así, este clima de inseguridad, donde cualquier interacción con el
Estado puede significar detención o separación familiar, debilita a la sociedad
y desestabiliza comunidades enteras.
5.2 Tensiones federales: conflictos entre
ciudades santuario y políticas federales de deportación
La
intensificación de las políticas de deportación de Trump generó un fuerte
conflicto federal, poniendo al gobierno federal en una situación de
confrontación directa con cientos de "ciudades santuario". Estas
jurisdicciones locales adoptan políticas que limitan la cooperación de sus
fuerzas policiales con agencias federales, como el ICE, y a menudo se niegan a
cumplir con las solicitudes de detención.
El gobierno
respondió a la resistencia local con una sólida centralización de la autoridad
federal. La primera estrategia fue la centralización de la aplicación de la
ley: la reestructuración de la dirección del ICE (https://apnews.com/article/69b599f8e7e7826f72b90068385a0047) fue una maniobra estratégica para garantizar
que las oficinas locales siguieran las prioridades de deportación de
Washington, ignorando las políticas de santuario. La segunda fue la expansión
de la autoridad federal: el gobierno insistió en que el control migratorio es
exclusivamente federal, institucionalizando términos como "alien"
para justificar la deportación de cualquier persona que no fuera ciudadana,
independientemente de las objeciones locales.
En resumen, el
análisis de los efectos socioeconómicos y comunitarios revela cómo la política
migratoria de la Administración Trump operó sistemáticamente para
desestabilizar la vida local estadounidense. Esta desestabilización fue un
componente esencial de la estrategia política, concebida para convertirse en
capital electoral, tema de la siguiente sección.
6. ESTRATEGIA POLÍTICA Y OPINIÓN PÚBLICA
La transición de
la política migratoria del ámbito de la aplicación de la ley al ámbito
electoral revela la instrumentalización intencional de la inmigración. La
crisis comunitaria y los conflictos federales sirvieron de telón de fondo para
el eje central de la estrategia electoral de Trump.
El uso político
de la inmigración se ha basado en movilizar el miedo y explotar una noción
restrictiva y excluyente de identidad nacional, lo que ha llevado a que la
inmigración irregular se presente en el discurso como una "crisis" y,
a menudo, como una "invasión" que corroe el país. Esta retórica
agresiva y las políticas represivas han tenido un gran impacto en la opinión
pública. El miedo movilizado se ha traducido en apoyo, como lo demuestran las
encuestas que indican que un segmento creciente de estadounidenses deseaba la
deportación de los inmigrantes indocumentados (https://nypost.com/2025/10/28/us-news/even-democrats-support-one-part-of-trumps-deportation-plan-poll).
Según una
investigación recopilada por el agregador RealClear Politics (https://www.realclearpolling.com/polls/approval/donald-trump/issues/immigratio), la política migratoria es el tema público
mejor valorado de la actual administración presidencial estadounidense, con un
índice de aprobación neto de 1,4 puntos porcentuales, superior a la percepción
sobre política exterior, inflación, economía y la gestión de la guerra en
Ucrania. Datos complementarios recopilados por la firma JL Partners, con
sede en Washington, revelan una tendencia mayoritaria a favor de medidas más
estrictas: el 69% de los encuestados apoya la deportación de inmigrantes
indocumentados que han cometido otros delitos, una postura compartida incluso
por el 58% de los encuestados identificados con el Partido Demócrata. La
investigación también indica que solo el 13% rechaza la expulsión de personas
condenadas por delitos, mientras que la mitad de los participantes declara su
apoyo a la deportación generalizada de todos los inmigrantes sin estatus legal,
frente al 27% que se opone a esta propuesta. Estos resultados sugieren un
entorno político delicado, en el que las percepciones de seguridad y legalidad
influyen en el apoyo público a políticas migratorias más estrictas, incluso
entre sectores tradicionalmente alineados con plataformas proinmigración. El
éxito de esta movilización puede estar relacionado con la capacidad del
gobierno para transformar la seguridad fronteriza en un símbolo de identidad
nacional. Así, la política migratoria fue una herramienta electoral clave,
utilizada para dinamizar la base de apoyo reafirmando una identidad cultural y
nacionalista supuestamente en riesgo.
Si bien la
retórica antiinmigración fue intensa, la estrategia política de Trump explotó
la compleja polarización y las divisiones internas dentro del electorado
latino, que no constituye un bloque monolítico. Un estudio del Pew Research
Center (2025) demuestra una marcada polarización: mientras que los votantes
de primera generación tienden a rechazar las políticas de línea dura, los
latinos de segunda y tercera generación muestran una mayor apertura a posturas
conservadoras, priorizando la economía y la seguridad.
La retórica de
"ley y orden" y nacionalismo atrajo con éxito a sectores
conservadores dentro de la comunidad, como los cubanoamericanos y
venezolanoamericanos en ciertas regiones, quienes ven las políticas de Trump
como un contraste directo con los regímenes autoritarios o socialistas de sus
países de origen. Por lo tanto, la estrategia no buscaba obtener el voto
mayoritario latino, sino explotar estas fisuras, convirtiendo las divisiones
internas y las inquietudes de este electorado en recursos electorales para el
proyecto político (https://www.pewresearch.org/politics).
6.1 El encuadre mediático: El papel de Fox News,
las redes sociales y la construcción de una «crisis migratoria» como
espectáculo político.
Para validar y
amplificar su estrategia de movilización política, la Administración Trump
dependió crucialmente del encuadre mediático de la inmigración. El éxito en
convertir el miedo y las divisiones internas en apoyo electoral requirió la
construcción de una «crisis migratoria» espectacularizada y continua. Esta
construcción se vio facilitada por medios de comunicación afines y el uso
masivo de las redes sociales, que amplificaron la narrativa del colapso de las
fronteras. El punto álgido de esta espectacularización se observa en lo que la
ACLU (2025) clasificó como la «weaponization» del USCIS, una acción extrema que
garantizó titulares y validó la percepción de una amenaza existencial.
El encuadre
mediático cumplió dos propósitos cruciales: la justificación de las políticas,
proporcionando una base para medidas coercitivas severas, y el mantenimiento de
la polarización, asegurando que la inmigración siguiera siendo el tema central
de la agenda. Al transformar la inmigración en un espectáculo político, el
gobierno se aseguró de que el miedo y la identidad nacional fueran los
principales recursos electorales. Así, la administración Trump utilizó la
inmigración como herramienta de ingeniería política, y no solo como política
gubernamental. La estrategia fue diversa: movilizó el temor a la identidad
nacional, capitalizó las divisiones en el voto latino y consolidó su narrativa
mediante una agresiva manipulación mediática. Esta coordinación demuestra el
uso del tema migratorio para asegurar la movilización de la base electoral y
reconfigurar el panorama político (https://www.aclu.org/news/immigrants-rights/trump-is-weaponizing-the-uscis-for-the-first-time-in-the-agencys-history).
7. DIMENSIONES INTERNACIONALES Y ÉTICAS
La política
exterior de Estados Unidos hacia América Latina, particularmente en el eje
México-Guatemala-Haití, se ha caracterizado por priorizar el control migratorio
como instrumento diplomático. Desde 2019, Washington ha intensificado los
acuerdos de “responsabilidad compartida”, en los que los países de tránsito
asumen funciones de contención migratoria a cambio de cooperación económica y
beneficios diplomáticos. El pacto firmado con México durante la administración
Trump, mantenido parcialmente durante los primeros años de la administración
Biden, ejemplifica este enfoque: mediante el programa de “Migrant Protection
Protocols” (MPP) y operativos de la Guardia Nacional mexicana en el sur del
país, el gobierno mexicano trabajó para reducir la entrada de migrantes por la
frontera norte (https://www.cbp.gov/document/guidance/migrant-protection-protocols).
Guatemala se
convirtió en un actor clave al aceptar, en 2019, el Acuerdo de Tercer País
Seguro, que permitió a Estados Unidos deportar a solicitantes de asilo que
transitaban por su territorio, incluso ante las críticas de organizaciones
internacionales por violaciones a los derechos humanos y la falta de capacidad
institucional de Guatemala. Además, las presiones económicas y la amenaza de
sanciones han reforzado la dependencia diplomática entre Guatemala y
Washington, lo que demuestra el uso estratégico de incentivos financieros para
contener el desplazamiento transfronterizo (https://www.hrw.org/report/2020/05/19/deportation-layover/failure-protection-under-us-guatemala-asylum-cooperative?utm_source=chatgpt.com).
Haití representa
otra dimensión del problema: la profunda crisis política y humanitaria ha
intensificado los flujos migratorios, lo que ha llevado a Estados Unidos a
adoptar políticas de deportación acelerada y aumento de vuelos de repatriación,
una medida criticada por los organismos de la ONU por violar los principios de
protección humanitaria (https://help.unhcr.org/usa/country-resources/unhcr-resources-on-the-conditions-in-haiti/). Si bien Estados Unidos ha anunciado programas
de entrada humanitaria limitados, el número de personas beneficiarias es
significativamente menor que el número de deportados, lo que demuestra una
lógica disuasoria.
Estas políticas
refuerzan las tensiones diplomáticas regionales, ya que los países de tránsito,
especialmente México y Guatemala, comienzan a utilizar el control migratorio
como moneda de cambio en las negociaciones comerciales y de seguridad. El
resultado es una creciente externalización de las fronteras estadounidenses,
trasladando la contención al interior de América Latina y generando amplias
repercusiones sociales, como la detención prolongada de migrantes y violaciones
sistemáticas de los derechos humanos en las rutas que atraviesan el Caribe y
Centroamérica.
7.1 Marcos internacionales de derechos humanos:
conflictos con los tratados de la ONU y críticas de la ACLU, Human Rights Watch
y Amnistía Internacional
Los marcos
internacionales de derechos humanos, consolidados especialmente después de 1948
con la Declaración Universal de Derechos Humanos y posteriormente con los
Pactos Internacionales de 1966 (Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos –PIDCP– y Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales –PIDESC), establecieron obligaciones jurídicas para los Estados en
la protección de la dignidad humana. Estos instrumentos, junto con convenciones
temáticas como la Convención contra la Tortura (1984) y la Convención de 1951
sobre el Estatuto de los Refugiados constituyen el núcleo del régimen
internacional de garantías fundamentales, supervisado por organismos como la
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
(ACNUDH). Sin embargo, organizaciones de monitoreo —entre ellas la ACLU, Human
Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional— sostienen que varios Estados
violan estos marcos o reinterpretan sus disposiciones para eludir sus
responsabilidades internacionales. La ACLU (https://www.aclu.org/news/immigrants-rights/family-separation-by-the-number), por ejemplo, denuncia que las medidas de
seguridad e inmigración adoptadas por gobiernos como el de Estados Unidos
generan detenciones arbitrarias, separaciones familiares y deportaciones
sumarias, en violación del principio de no devolución previsto en la Convención
de 1951 y reafirmado por el ACNUR (ACLU, 2021; ACNUR, 2017). Human Rights
Watch también destaca los conflictos entre las leyes nacionales y las
obligaciones de los tratados de la ONU, especialmente en lo que respecta al uso
excesivo de la fuerza, la vigilancia estatal y la criminalización de migrantes
y defensores de los derechos humanos. Informes recientes documentan que las
políticas fronterizas y el encarcelamiento masivo violan el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y las Reglas Mínimas de las Naciones
Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, las "Reglas Mandela" (non-refoulement)
(https://www.hrw.org/united-states/immigration). Amnistía Internacional subraya que varios
países ratifican tratados universales, pero aplican legislación nacional que
niega garantías básicas como el acceso al asilo, la libertad de expresión y el
derecho a un juicio justo. Para la organización, se trata de un fenómeno de
"ratificación simbólica", en el que los Estados participan en el
sistema internacional, pero ignoran la aplicación práctica de las normas (https://www.amnesty.org/en/latest/research/).
Así pues, si bien
los marcos internacionales de derechos humanos gozan de gran legitimidad y un
amplio cumplimiento formal, organizaciones independientes demuestran que los
conflictos entre los tratados de la ONU y las políticas nacionales revelan
limitaciones del sistema: ausencia de mecanismos coercitivos, selectividad
política y resistencia estatal a la supervisión internacional. El resultado es
un escenario en el que importantes logros normativos coexisten con violaciones
recurrentes, lo que pone de manifiesto la tensión entre la soberanía nacional y
la universalidad de los derechos humanos.
No campo
institucional, podemos destacar a existência de tensões entre o Executivo e
autoridades estaduais e federais, além de questionamentos judiciais sobre a
constitucionalidade de operações migratórias conduzidas sem mandado, e da
cooperação entre agências policiais e o ICE para prisões em massa. Organizações
como a Amnesty International observam que o discurso oficial tem
contribuído para reforçar estigmas contra migrantes, fenômeno associado ao
crescimento de atos de violência e hostilidade registrados por centros de
monitoramento de crimes motivados por xenofobia.
8. CONSIDERACIONES FINALES
Varias
organizaciones de derechos humanos han señalado que el segundo mandato de
Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha tenido importantes
repercusiones negativas tanto a nivel nacional como internacional. Como se
mencionó, informes de entidades como Human Rights Watch, la ACLU y
Amnistía Internacional indican retrocesos normativos e institucionales en áreas
sensibles, como los derechos de las mujeres y la salud reproductiva, la
protección de migrantes y solicitantes de asilo, los derechos de las personas
LGBTQIA+ y la protección del medio ambiente (https://www.hrw.org/tag/the-trump-administration-and-human-rights)
Según estos
estudios, la administración actual ha profundizado tendencias ya observadas
durante su primer mandato, como la adopción de medidas consideradas
incompatibles con las garantías constitucionales y los compromisos
internacionales en materia de derechos humanos. Entre los puntos más destacados
se encuentran el endurecimiento de las políticas migratorias, caracterizado por
detenciones masivas, deportaciones aceleradas y denuncias de violaciones al
debido proceso, así como una mayor intervención estatal en protestas y
operativos policiales a gran escala.
En el ámbito
internacional, los análisis sugieren que los recortes sustanciales en la ayuda
exterior, especialmente en programas centrados en los derechos humanos, se
combinan con un acercamiento político y diplomático a gobiernos acusados de
prácticas autoritarias. Para varios analistas y observadores internacionales,
esta postura contribuye a debilitar los mecanismos multilaterales de protección
y a promover un entorno más permisivo para las violaciones. Si bien las
interpretaciones varían según la orientación de las fuentes consultadas, existe
consenso en algunas publicaciones especializadas en que las políticas actuales
tienen repercusiones significativas en las garantías individuales, el
funcionamiento democrático y la credibilidad internacional de Estados Unidos en
materia de derechos humanos.
En el ámbito
institucional, cabe destacar la existencia de tensiones entre el Poder
Ejecutivo y las autoridades estatales y federales, así como los desafíos
judiciales a la constitucionalidad de las operaciones migratorias sin orden
judicial y la cooperación entre las fuerzas policiales y el ICE para realizar
detenciones masivas. Organizaciones como Amnistía Internacional observan que el
discurso oficial ha contribuido a reforzar los estigmas contra los migrantes,
un fenómeno asociado al aumento de los actos de violencia y hostilidad
registrados por centros que monitorean los delitos motivados por la xenofobia.
En el ámbito
social y político, una investigación del Pew Research Center (https://www.pewresearch.org/short-reads/2025/04/30/latinos-worry-more-than-other-us-adults-about-deportations/) revela que la retórica antiinmigración
intensifica la polarización y genera percepciones deshumanizantes de los
inmigrantes, a quienes a menudo se les presenta como una amenaza criminal o
económica. Sin embargo, el mismo instituto muestra que sectores de la sociedad
civil organizada, incluyendo redes de abogados, universidades y organizaciones
religiosas, han ampliado sus esfuerzos en litigios y asistencia humanitaria,
buscando frenar las violaciones y presionando al poder judicial para que
detenga las políticas consideradas inconstitucionales.
Entre las
comunidades latinas, la investigación ha demostrado el efecto electoral
ambivalente: algunos votantes conservadores apoyan fronteras más estrictas,
pero la mayoría rechaza la detención de familias, las deportaciones aceleradas
y la separación de padres e hijos, elementos que aumentan el costo político de
la agenda migratoria y pueden influir en el comportamiento electoral en estados
clave. Así pues, las fuentes analizadas coinciden en la interpretación de que
la política migratoria de Trump II profundiza la securitización a expensas de
las garantías humanitarias, generando efectos institucionales, como la
judicialización constante, y efectos sociales, como la intensificación de la
polarización y la estigmatización de los inmigrantes. La reacción simultánea
del sistema judicial y la sociedad civil demuestra que el tema sigue siendo
fundamental para la democracia estadounidense y la política electoral
contemporánea.
Esto constituye
una denuncia de un proceso de erosión de las garantías legales en materia de
inmigración en Estados Unidos, con efectos transfronterizos e impactos
humanitarios directos sobre las poblaciones desplazadas. Al mismo tiempo,
subraya la expectativa de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) amplíe la investigación y presione al Estado para que restablezca
estándares mínimos de protección, demostrando cómo el sistema interamericano se
erige como un mecanismo de resistencia institucional frente a prácticas
estatales incompatibles con el régimen internacional de derechos humanos.
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