El 15 de junio de 2012, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) anunció que no deportaría a jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños. Según una directiva del secretario del DHS, estos jóvenes podrían recibir un tipo de permiso temporal para permanecer en EE.UU. llamado “acción diferida”. La administración Obama llamó a este programa “Deferred Action for Childhood Arrivals” (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) o DACA. DACA, a pesar de no ofrecer un camino hacia la ciudadanía, proporcionó autorización de trabajo (suspendiendo la deportación por dos años consecutivos, renovable) a aproximadamente 822.000 jóvenes indocumentados en Estados Unidos, conocidos como Dreamers. La edad promedio de los beneficiarios de DACA era 21 años cuando se estableció el programa; la mayoría tiene ahora 30 años. La mayor parte fueron traídos a los Estados Unidos desde México, y muchos otros nacieron en Centro o Sudamérica y el Caribe. El grupo de estudiantes indocumentados de más rápido crecimiento es el de Asia. El tema de los dreamers lo abordamos aquí en el Observatorio Latino, cuando la medida cumplió 10 años.
A pesar de tantos beneficiarios conocidos como Dreamers, el programa sigue en un limbo legal: no se considera legal, pero tampoco se considera ilegal en Estados Unidos. El programa ha enfrentado varios problemas con respecto al permiso para existir y operar poco después de su creación. Más recientemente, el 13 de septiembre de 2023, el juez Andrew S. Hanen del Tribunal Federal de Distrito en Houston alegó que el presidente Barack Obama se excedió en su autoridad al crear DACA mediante una acción ejecutiva y lo declaró ilegal. La decisión es el último giro en una saga legal que se ha extendido por más de cinco años.
En un primer momento, vale la pena hacer un recorrido histórico por las cuestiones legales que rodean a DACA. La autoridad del DHS para implementar el programa fue cuestionada en general porque la Ley de Inmigración y Nacionalidad (INA) establece un complejo conjunto de restricciones sobre qué extranjeros pueden entrar o permanecer en Estados Unidos y bajo qué condiciones, y no se incluye el permiso otorgado a Dreamers. Por lo tanto, se afirmó que el programa contradice directamente la decisión del Congreso de restringir la elegibilidad para el green card (visa de inmigración permanente) a extranjeros que no fueron “admitidos legalmente en los Estados Unidos”. Además de que el permiso de viaje subvierte la ley de “3 y 10 años” cuyo propósito es prohibir a los extranjeros que hayan estado presentes ilegalmente en Estados Unidos durante 180 días o 365 días, respectivamente, regresar o entrar a los Estados Unidos país por 3 o 10 años.
Desde 2015, también ha habido impugnaciones estatales. En este sentido, el Estado de Texas –junto con otros ocho estados de mayoría republicana– cuestionó la legalidad de DACA luego de una decisión de 2015 de la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito de Estados Unidos (Texas I) que consideró ilegal una iniciativa similar: otorgar visas a padres presentes ilegalmente de niños ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes legales (LPR).
Pronto, en 2017, la administración Trump publicó un memorando DACA y exigió que el Departamento de Seguridad Nacional pusiera fin al programa. La Corte Suprema lo restableció después de determinaren 2020 que la administración Trump no había justificado adecuadamente su eliminación. Pero el tribunal superior no se pronunció sobre la legalidad de la creación del programa por parte del presidente Obama. La administración Biden inició un procedimiento de reglamentación en 2021 para tratar explícitamente de fortalecer la base legal de DACA, pero la regla emitida por la administración no convenció al juez; por otro lado, tampoco alentó la adopción de ninguna ley de inmigración, deportación o acción penal contra beneficiarios de DACA.
O debate em torno do programa levanta questões significativas sobre a responsabilidade do Congresso dos Estados Unidos em relação à legislação de imigração e o possível papel da Suprema Corte na resolução desse impasse.
Uma das principais áreas de discussão envolvendo o projeto é a responsabilidade do Congresso em criar leis de imigração mais claras e permanentes. O DACA foi projetado como uma medida temporária para proteger os jovens imigrantes que chegaram aos Estados Unidos quando crianças. No entanto, sua temporariedade tem sido uma fonte de incerteza para os beneficiários do programa.
No palco federal, o Congresso detém o poder de promulgar proteções duradouras que oferecem um caminho claro para a cidadania para a comunidade indocumentada, que dia após dia continua a contribuir ativamente para locais de trabalho, escolas, bairros, etc. O futuro de centenas de milhares de jovens imigrantes indocumentados repousa nas mãos da Suprema Corte, mas, até o momento, o Congresso não conseguiu chegar a um consenso sobre a legislação de imigração que aborde adequadamente a situação dos Dreamers.
Ahora, aunque el fallo es un duro golpe para los Dreamers, el juez permitió que los afiliados actuales siguieran renovando cada dos años, pero prohibió nuevas inscripciones, lo que hizo que decenas de miles de inmigrantes indocumentados más jóvenes no fueran elegibles para el beneficio. Es importante mencionar que DACA permitió a los beneficiarios de cursar estudios superiores, convertirse en propietarios de viviendas y ganar salarios más altos. Sin embargo, ahora existe el temor de que se dificulten las renovaciones y se pierdan sus condiciones de vida. En 2018, American Progress realizó una entrevista en la que el 64% de los Dreamers informaron que temen que un miembro de su familia sea deportado al menos una vez al día y el 76% de aquellos con hijos informaron que temen “ser separados de [sus] hijos debido a la deportación” o “no poder verlos crecer a [sus] hijos debido a la deportación” al menos una vez al día. En esta lógica, en 2023, una vez confirmada la ilegalidad del programa, las preocupaciones deberían intensificarse.
El debate en torno al programa plantea importantes interrogantes sobre la responsabilidad del Congreso de los Estados Unidos con respecto a la legislación de inmigración y el posible papel de la Corte Suprema para resolver este impasse.
Una de las principales áreas de discusión en torno al proyecto es la responsabilidad del Congreso de crear leyes de inmigración más claras y permanentes. DACA fue diseñado como una medida temporal para proteger a los jóvenes inmigrantes que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños. Sin embargo, su carácter temporal ha sido una fuente de incertidumbre para los beneficiarios del programa.
En el escenario federal, el Congreso tiene el poder de promulgar protecciones duraderas que proporcionen un camino claro hacia la ciudadanía para la comunidad indocumentada, quienes día tras día continúan contribuyendo activamente a los lugares de trabajo, escuelas, vecindarios, etc. El futuro de cientos de miles de jóvenes inmigrantes indocumentados está en manos de la Corte Suprema, pero hasta la fecha, el Congreso no ha logrado llegar a un consenso sobre una legislación de inmigración que aborde adecuadamente la difícil situación de los Dreamers.
La Corte Suprema de Estados Unidos, a su vez, también asume centralidad en la discusión. El Fiscal General de Estados Unidos, Noel Francisco, en defensa del gobierno federal, buscó influir en los jueces para no involucrarse en el tema. En ese momento, todavía durante la administración de Donald Trump, argumentó que la decisión de la administración de poner fin a DACA no está sujeta a revisión judicial, argumentando que simplemente puso fin a la decisión de una administración anterior de no hacer cumplir la política de inmigración.
Francisco enfatizó que esta elección cae completamente dentro de la discreción de la agencia y por lo tanto no puede ser cuestionada por los tribunales. Sin embargo, los partidarios de DACA están en contra de esta posición y creen que la Corte Suprema debería revisar la decisión de poner fin al programa. La segunda pregunta ante los jueces fue si la decisión de la administración Trump terminar el programa violó la ley. En este punto, el caso se encuentra en una situación un tanto inusual porque todos coinciden en que la administración podría cerrarlo si quisiera. Como resultado, la atención se centra principalmente en el proceso mediante el cual la administración Trump llegó a su decisión, más que en la esencia de la decisión en sí.
Los argumentos presentados ante la Corte Suprema se centran en la legalidad del proyecto y el proceso mediante el cual se tomó la decisión de terminarlo. Los jueces expresaron su preocupación sobre si la administración consideró adecuadamente los intereses fiduciarios de los beneficiarios de DACA y proporcionó una explicación suficiente para poner fin al programa.
“[...] No nos gusta DACA y asumimos la responsabilidad por ello en lugar de intentar culpar a la ley”. Francisco respondió diciéndoles a los jueces que el gobierno es dueño de la decisión de poner fin al programa.
La Corte Suprema también enfrenta actualmente el desafío de determinar en qué medida los tribunales deben revisar las decisiones de las agencias federales, como las derogaciones de programas. Esto plantea la cuestión más amplia de cómo equilibrar la autoridad de la agencia y el alcance de la revisión judicial, y plantea el debate sobre los límites del poder ejecutivo: la autoridad del presidente para implementar programas que excluyen tantas cuestiones legales generales como DACA.
También vale la pena mencionar que DACA ha sido un punto de discordia política en Estados Unidos, ya que los republicanos se pronuncian abrumadoramente en contra y los demócratas a favor. Tradicionalmente, los demócratas generalmente apoyan políticas más inclusivas para los inmigrantes, mientras que los republicanos tienden a enfatizar la seguridad fronteriza y la aplicación estricta de las leyes de inmigración. Es necesario considerar el hecho de que la mayoría de la población de origen latina/hispana tiende a votar con los demócratas, lo que hace que los republicanos reaccionen ante el aumento poblacional de este segmento. A esto se suma un nivel de polarización partidista sin precedentes, no sólo en materia de inmigración, sino también en materia de energías renovables, impuestos, derechos individuales, aduanas, etc. Teniendo en cuenta que las decisiones más importantes del Congreso de los Estados Unidos dependen de una mayoría cualificada de al menos el 60% de los votos, es casi imposible encontrar puntos en común para aprobar reformas integrales.
En teoría, en un sistema político equilibrado y democrático, los miembros de los partidos Demócrata y Republicano deberían trabajar juntos para encontrar soluciones comunes con respecto a las políticas de inmigración en los Estados Unidos, como la necesidad de una política que sea justa, efectiva y humanitaria y que cumpla con las demandas de trabajadores dentro del país. Lamentablemente, esto no es lo que se espera del sistema político en el corto plazo. Mientras tanto, el futuro de los Dreamers sigue siendo incierto y en un limbo legal.